El ojo digital, representación artística de la hiperconexión y la soledad en la era de la información
Jesús Muñoz-Rojas1 iD, Jair de Jesús Pineda-Pineda2 iD, Julieta Mariana Muñoz-Morales3 iD, Ma Dolores Castañeda Antonio1 iD, Ximena Gordillo-Ibarra4* iD, Jesús Mauricio Muñoz-Morales4** iD
1Grupo “Ecology and Survival of Microorganims”, Laboratorio de Ecología Molecular Microbiana, Centro de Investigaciones en Ciencias Microbiológicas, Instituto de Ciencias Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, México. 2Escuela Superior deMatemáticas No. 3, Universidad Autónoma de Guerrero, Col. Centro, Iguala de la Independencia, México. 3Estudiante de Maestría en el Posgrado en Semiconductores, Instituto de Ciencias, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, México. 4Alianzas y Tendencias BUAP, Puebla, México. *ximena.gordillo@aytbuap.mx; **mauricio.munoz@aytbuap.mx
http://doi.org/10.5281/zenodo.17263638
Bajar cita (RIS): Muñoz-Rojas et al., 2025 AyTBUAP10(39):50-58
Editado por: Yolanda Elizabeth Morales-García (Facultad de Ciencias Biológicas, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla).
Recibido: 21 de septiembre 2025. Aceptado: 30 de septiembre 2025. Fecha de publicación: 30 de septiembre de 2025
URI: https://hdl.handle.net/20.500.12371/29576
Referencia: Muñoz-Rojas J, Pineda-Pineda J de J, Muñoz-Morales JM, Castañeda-Antonio MD, Gordillo-Ibarra X, Muñoz-Morales JM. El ojo digital, representación artística de la hiperconexión y la soledad en la era de la información. Alianzas y Tendencias BUAP. 2025;10(39):50–9. Disponible en: https://www.aytbuap.mx/aytbuap-1039/el-ojo-digital-representacion-artistica
RESUMEN
La obra presentada en la portada de Alianzas y Tendencias BUAP 10(39) representa un ojo humano que recibe un flujo constante de números binarios, simbolizando la exposición permanente de la sociedad contemporánea al entorno digital. De forma breve y desde un enfoque multidisciplinario, se aborda la relación entre percepción visual, cultura digital, consumo de información y los efectos psicológicos y sociales de la hiperconexión. Se explora cómo el arte conceptualiza la tensión entre avance tecnológico e introspección humana, resaltando la paradoja de una sociedad hiperconectada pero emocionalmente aislada. Finalmente, se discute el valor del arte como catalizador de reflexión crítica frente al uso de las tecnologías y su impacto en la identidad y el bienestar humano.
Palabras clave: ojo humano; arte digital, código binario; hiperconexión; autoexposición.
ABSTRACT
The artwork featured on the cover of Alianzas y Tendencias BUAP 10(39) depicts a human eye receiving a constant flow of binary numbers, symbolizing the continuous exposure of contemporary society to the digital environment. Briefly and from a multidisciplinary perspective, it addresses the relationship between visual perception, digital culture, information consumption, and the psychological and social effects of hyperconnectivity. The piece explores how art conceptualizes the tension between technological advancement and human introspection, highlighting the paradox of a society that is hyperconnected yet emotionally isolated. Finally, it discusses the value of art as a catalyst for critical reflection on the use of technology and its impact on human identity and well-being.
Palabras clave: human eye; digital art; binary code; hyperconnection; self-exposure.
INTRODUCCIÓN
Vivimos en una época marcada por la aceleración tecnológica [1, 2], en la que la información fluye en tiempo real y las fronteras entre lo físico y lo digital se vuelven difusas. La vida cotidiana está mediada por pantallas, dispositivos y plataformas que facilitan la comunicación, el trabajo, el entretenimiento y el aprendizaje [3]. Sin embargo, este mismo avance ha generado tensiones: sobrecarga de información, dependencia tecnológica, y fenómenos de vigilancia y autoexposición [4-6].
La portada de Alianzas y Tendencias sintetiza estas tensiones en una imagen enérgica: un ojo humano que recibe un flujo de números binarios -símbolo del lenguaje de las máquinas- en un entorno de colores fríos que evocan tanto innovación como soledad (Figura 1). Este trabajo se propone analizar la obra como metáfora de la condición humana en el siglo XXI, explorar sus implicaciones filosóficas y psicológicas, y discutir cómo el arte contribuye a la crítica cultural de la hiperconectividad.
Figura 1. Representación artística de la vida contemporánea, permanentemente expuestos a una pantalla, inmersos en un mundo digital, buscando nuevos y mejores estímulos de la tecnología. El ojo simboliza a la vista como el sentido que da la oportunidad de sostener este consumo acelerado de estímulos. Así como la constante observación de terceras personas en la vida de cualquier persona que exponga su vida, trabajo, negocio y cualquier otra cosa que esté dispuesto a subir a las redes sociales. Los números 0 y 1 que fluyen hacia el centro del ojo, es la representación de las imágenes digitales, que se traducen en código binario, lenguaje de las máquinas que utilizamos. Los colores fríos predominantes, asociados para representar el avance, innovación y la tecnología refuerzan el ambiente digital. Sin embargo, aquí son una representación de soledad y desconexión humana que estas tecnologías pueden generar, a pesar de la hiperconexión que existe.
El ojo como símbolo en la historia del arte y la cultura
El ojo ha sido históricamente un símbolo de percepción, conocimiento y poder [7]. Como por ejemplo el Ojo de Horus en el antiguo Egipto [8], las representaciones del "ojo que todo lo ve" en el arte renacentista [9], así como su uso en logotipos contemporáneos [10], este órgano sensorial ha representado la capacidad de vigilar y comprender el mundo.
En la obra analizada del trabajo presente, el ojo no solo observa, sino que es receptor pasivo de estímulos digitales, lo que sugiere una inversión de roles: el espectador es observado, y el flujo de información se impone sobre la experiencia individual.
Código binario y cultura digital
El uso de 0 y 1 en la obra es significativo: se trata del lenguaje fundamental de las computadoras, que reduce la complejidad del mundo a una serie de decisiones binarias. Esto puede interpretarse como metáfora de la simplificación de la realidad en la era de los algoritmos, donde las preferencias humanas se cuantifican en datos y se procesan para predecir comportamientos [11]. El uso del 0 y el 1 en una obra artística o conceptual no es una simple referencia técnica, sino un símbolo activo que remite a la base misma de la cultura digital [12]. En la lógica computacional, estos dos dígitos constituyen el código binario, el lenguaje elemental a partir del cual se construye todo el universo tecnológico contemporáneo: desde los programas más sencillos hasta los sistemas de inteligencia artificial más complejos [13, 14]. La elección de estos signos puede parecer reduccionista, pero justamente allí radica su fuerza: el hecho de que toda la diversidad de la experiencia humana y de la información que circula en la red pueda traducirse, en última instancia, en una secuencia interminable de ceros y unos.
El código binario representa un principio de simplificación radical. Un interruptor que se enciende o se apaga, una corriente eléctrica que fluye o se interrumpe, un bit que es verdadero o falso [15]. Esta lógica dicotómica no solo sostiene la arquitectura de las computadoras, sino que ha permeado nuestra forma de concebir la realidad en la era digital. En la actualidad, el mundo se traduce en datos que deben clasificarse, ordenarse y procesarse [16]. Cada preferencia de un usuario, cada interacción en redes sociales, cada desplazamiento urbano o transacción comercial se convierte en información cuantificable, susceptible de ser reducida a la secuencia básica de 0 y 1. De esta manera, lo complejo se hace manejable y lo intangible adquiere un correlato digital que puede almacenarse, transmitirse y analizarse.
Sin embargo, esta reducción plantea un dilema. La vida humana, con sus matices, contradicciones y emociones, difícilmente puede encasillarse en categorías binarias sin perder parte de su riqueza [17]. El código binario, al simplificar, también transforma. Al convertir las elecciones individuales en patrones de consumo o en predicciones estadísticas [18], los algoritmos no solo describen la realidad: la moldean. Un ejemplo claro es el de las plataformas de recomendación en música, cine o literatura, que traducen gustos subjetivos en métricas y probabilidades. El usuario recibe sugerencias basadas en su historial, lo cual genera una experiencia personalizada, pero también limitada, pues lo expone de manera recurrente a opciones similares y restringe el descubrimiento espontáneo [19, 20].
La metáfora del 0 y el 1, por tanto, puede leerse como una representación de la tensión entre lo humano y lo digital [21]. Simboliza la eficiencia y la capacidad de la tecnología para procesar ingentes cantidades de información [22]. No obstante, alerta sobre el riesgo de simplificar en exceso la complejidad de la vida, reduciéndola a decisiones binarias en ámbitos donde lo humano exige niveles y ambigüedades [23]. El pensamiento binario, llevado al extremo, puede reforzar polarizaciones: correcto/incorrecto, éxito/fracaso, aprobado/reprobado. No es casual que el mismo lenguaje que da soporte al universo digital resuene con estas oposiciones en el plano social.
El código binario en la cultura digital puede interpretarse como un espejo de nuestra época [21]. Nos recuerda que la tecnología no solo refleja la realidad, sino que la interpreta y la reconstruye bajo sus propios parámetros [24]. Al observar el 0 y el 1 en una obra, no vemos únicamente símbolos de un lenguaje técnico, sino el emblema de una civilización que ha aprendido a narrarse a sí misma en términos digitales, aceptando tanto las ventajas de la precisión como los riesgos de la simplificación.
Hiperconexión y sobrecarga de información
Estudios recientes muestran que la exposición continua a estímulos digitales puede producir fatiga cognitiva, dificultades de concentración y disminución de la memoria de trabajo [25, 26]. El ojo de la obra, siempre abierto, representa la imposibilidad de "cerrar" el flujo de información. Este fenómeno, conocido como infoxicación, ha sido señalado por filósofos y sociólogos como un riesgo para la autonomía humana [27-29].
En la actualidad, vivimos en un entorno marcado por la hiperconexión, donde los dispositivos digitales y las plataformas de comunicación nos mantienen en contacto permanente con un flujo inagotable de información [30, 31]. Aunque esta conectividad ofrece múltiples beneficios, como el acceso inmediato al conocimiento, la posibilidad de interactuar globalmente y la inmediatez de la comunicación, también acarrea efectos secundarios que han sido objeto de preocupación en diversos campos del conocimiento [32].
El cerebro, enfrentado a notificaciones constantes, actualizaciones de redes sociales, correos electrónicos y mensajes instantáneos, ve saturada su capacidad de atención [33]. Esto repercute en la dificultad para concentrarse en una sola tarea, en la fragmentación del pensamiento y en la disminución de la memoria de trabajo. En otras palabras, cuanto más expuestos estamos a un caudal de información ininterrumpido, más complicado se vuelve asimilarla de manera significativa.
Vigilancia, pérdida de privacidad y paradoja de la soledad en la hiperconexión
La metáfora del ojo también puede interpretarse en el contexto de la sociedad de la vigilancia. En la era de las redes sociales, la autoexposición se convierte en moneda de cambio [34, 35], y el individuo se transforma en productor de datos para empresas y gobiernos. El flujo de ceros y unos podría representar tanto el consumo de información como la extracción de datos personales. Cada interacción en redes sociales, búsqueda en internet o transacción en línea genera rastros que se convierten en datos importantes para empresas, gobiernos y algoritmos [36, 37]. Esta huella digital, muchas veces invisible para el usuario, revela patrones de consumo, preferencias personales e incluso aspectos íntimos de la identidad.
El problema radica en que la frontera entre lo público y lo privado se difumina. La aparente gratuidad de los servicios digitales suele ocultar un intercambio: el acceso a nuestras conductas a cambio de conectividad [37]. Así, la privacidad se convierte en un recurso negociado, más vulnerable a filtraciones, hackeos o manipulación [38]. En la era de la hiperconexión, proteger la intimidad no significa desconectarse, sino desarrollar una conciencia crítica sobre cómo, cuándo y con quién compartimos nuestra información.
Aunque las tecnologías prometen acercar a las personas, numerosos estudios indican que las tasas de soledad y aislamiento social están aumentando [39]. Los colores fríos de la obra evocan este estado emocional, recordándonos que la interacción digital no siempre sustituye la conexión emocional cara a cara. La obra digital funciona como comentario visual sobre la condición humana en la era digital (Figura 1). Como toda obra de arte conceptual, no busca dar respuestas, sino provocar preguntas en el espectador, por ejemplo:
¿Qué estamos perdiendo en la búsqueda de más estímulos digitales?
¿Somos consumidores de información o productos en el mercado de datos?
¿Qué precio pagamos en términos de bienestar psicológico?
El análisis de esta obra pone de relieve la capacidad del arte para anticipar debates éticos y filosóficos sobre la tecnología. El ojo digital se convierte en un símbolo de la tensión entre autonomía y control, entre curiosidad y saturación.
Si bien el avance tecnológico es innegable, el reto es diseñar un futuro digital más humano, en el que la tecnología potencie el bienestar y no lo erosione. Se requiere alfabetización digital crítica para que las personas sean conscientes de los riesgos de la sobreexposición y la vigilancia algorítmica [40].
CONCLUSIONES
La representación artística de un ojo que recibe un flujo de código binario invita a reflexionar sobre la vida contemporánea, en la que estamos permanentemente conectados, observados y condicionados por algoritmos. La obra consigue, mediante un lenguaje visual de mucha fortaleza, sintetizar la ambivalencia del progreso: fascinación por la innovación, pero también nostalgia por la desconexión y la introspección.
El arte, en este contexto, se convierte en un puente entre ciencia, sociedad y ética, alentando a repensar el papel de la tecnología en la construcción de futuros sostenibles y emocionalmente saludables.
CONFLICTO DE INTERESES
Los autores no tienen ningún conflicto de intereses con el contenido de este manuscrito.
AGRADECIMIENTOS
A la VIEP-BUAP por el apoyo para llevar a cabo nuestras investigaciones. También agradecemos a la Dirección Internacionalización de la Investigación de la BUAP, quienes amablemente nos apoyan para que el conocimiento rebase las fronteras nacionales. Jesús Muñoz-Rojas pertenece al Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras por lo que agradece a la SECIHTI por el apoyo otorgado.
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